http://la-suerte-nunca-se-olvida.travelmap.net/photos/el-chalten

Nous voilà donc partie à l’aventure vers la capitale nationale du Treck, El Chalten. C’est en attendant finalement que très peu au bord de la route, que nous ferons prendre en stop jusqu’à destination par un couple d’anglais avec leur voiture blindée, mais alors blindé d’affaire. Il fallut jouer au tetris pour pouvoir nous caser, et personnellement, je n’ai pas pu regarder autre chose que la vitre, et de très près, pendant tout le trajet. En arrivant ce fut la mission pour trouver un lieu où lasser un des sacs avec les affaires qui ne nous servirons pas pendant les trois jours de treck, afin de respecter la règle du « marcher léger ». C’est finalement dans un petit camping rempli de français et de tente Quechua, que nous larguerons une partie de notre vie sous l’escalier. Et c’est ainsi que nous prenons le sentier pour aller jusqu’au premier campement de la Laguna Capri. Superbe petit chemin à flanc de montagne avec une superbe vue sur la vallée, légèrement grimpant au début, mais rien d’insurmontable, pour arriver à ce superbe lac dont l’eau pure reflète le fameux Fitz Roy. Rien de tel que le froid de la nuit pour se réveiller à l’aube et voir le lever de soleil sur les fameux pics que nous voyons dès l’ouverture de la tente. Le problème c’est que ce matin-là, les nuages couvraient la vue. Peu importe, nous replions la tente et prenons la route vers le campement Poincenot, au pied de la monté vers le Fitz Roy et ses voisins, mais également au croisement d’autres petits chemins sympathiques. Nous choisissons donc de prendre un des chemins nous emmenant à deux lac « Hija y Madre » (littéralement Fille et Mère) puis continuant sur plusieurs km dans la forêt avant de rejoindre le lac de fonte du glacier au pied du pic Torres. Une superbe petite ballade sous le soleil, qui se finit par une vue sur le pic, découvert de tout nuages depuis peu. Se posant pour une petite sieste au bord du lac, le temps de rafraichir les chaussettes et les pieds, nous avons même eu la chance de découvrir un petit iceberg venu à notre rencontre. Finalement le dernier jour, habituer au froid et mettant à profit les techniques de préservation de chaleurs pendant la nuit (merci encore une fois à mon keffieh), nous nous levons à l’aube pour réellement voir un superbe lever du jour sur les pics, lui laissant un aspect doré pendant quelques minutes, et prenons un premier sentier assez court pour aller apprécier la fin d’un gros glacier que nous entendions tonner de temps en temps. Sur cette petite route toute calme, dont nos pas étaient probablement les premiers de la journée à rompre le silence de la forêt, nous avons pu rencontrer un putois, courant dans les buissons en vue de l’inconfort de notre présence. Bien réchauffé par cette petite balade matinale, nous nous attelons à l’ascension du campement jusqu’au lac des glaciers situés 400m plus haut. Une petite grimpette bien sportive, car c’est une montée de 1km pendant une heure, dont la pente est la plus abrupte que nous ayons rencontré. Sur la route nous avons pu croisé un couple de hippies bien motivé qui avaient dormi dans leur sac de couchage au bord du lac, et qui étaient montés la vieille avec leurs sacs, les fous. C’est en arrivant là-haut que nous découvrons un des paysages les plus beaux de notre vie, une vue panoramique sur la vallée, dont la clarté du ciel nous laissait apercevoir les lacs lointains, ainsi que la chaine de pics à proximité, et les lacs des deux glaciers dont le premier possède un bleu turquoise impressionnant, et le second en contrebas, recevait des bouts de glaciers fréquemment après une chute de plusieurs centaines de mètre. Juste magnifique cette petite partie du monde. C’est finalement après une dernière nuit au bord de la Laguna Capri, que nous reprenons la route le lendemain matin (après avoir bien sur récupéré le sac au camping), pour remonter gentiment la fameuse route 40.

Rumbo a la siguiente escala del viaje, el Chalten, en Argentina la capital nacional del treck. Para llegar hasta allí esperamos apenas unos minutos en la carretera hasta que una pareja de ingleses nos levantaron hasta allí en su coche bien pequeño y bien repleto. De hecho, para poder entrar demostramos nuestras habilidades como jugadores expertos del Tetris para poder encajarnos entre cajas, mochilas y resto de enseres. Lo que ya fue más complicado fue la conversación en inglés de después rodeada de un muro de bártulos, pero por suerte en ese ensamblaje complicado mi cabeza estaba posicionada para poder mirar por la ventana e ir disfrutando del viaje con la vista sobre la cordillera nevada, los glaciares y los montes con los que nos íbamos a encontrar en apenas unas horas.
Cuando llegamos allí, la siguiente misión fue la de encontrar un lugar donde poder dejar una mochila repleta de cosas inútiles durante los tres días de ruta en la montaña para seguir la regla de caminar lo más ligeros posibles. Así fue como dimos con un camping repletito de franceses y de tiendas Quechua (marca que aquí no se vende) para poder dejar parte de nuestra vida debajo de una escalera. Y así, con a mitad de nuestros bultos tomamos el camino para ascender hasta laguna Capri. Un lindo sendero por la montaña con una vista inmejorable sobre el valle que estábamos que estábamos dejando atrás al subir. Algunos kilómetros más tarde llegamos a la laguna sobre la que podíamos ver reflejado el famoso Fitz Roy, reclamo principal del parque nacional. Nada mejor que el frio de las noches en el parque nacional para que nos acostásemos pronto y encontrásemos la motivación de levantarnos temprano por las mañanas para poder admirar el amanecer y los primeros reflejos del sol sobre las cumbres. Aunque esa mañana en particular nos lo encontramos bien cubierto por las nubes. En fin, nada grave, con las primeras luces del sol seguimos ruta hacia el siguiente campamento, justo antes de la última subida que te lleva a la laguna al pie del Fitz Roy, pero también situado en un cruce entre varios otros senderos. Y como el día amaneció algo nublado decidimos justamente optar por hacer los otros senderos y esperar que al día siguiente las nubes no nos deleitaran con su presencia para poder admirar la cima sin perturbaciones. Así que ponemos rumbo hacia un camino al borde de dos lagos « Hija » y « Madre » y continuamos varios kilómetros en el bosque antes de llegar hasta el lago producido por el glaciar del pico Torres. Una ruta bajo el sol muy linda que se terminó con una vista inmejorable del pico, que recién se había liberado de las nubes que lo cubrían y con tiempo para hacer una pequeña siesta al borde del lago para refrescar los calcetines y los pies. El ultimo día, habituados ya al frio, y mejorando nuestras técnicas para conservar el calor en la tienda durante la noche, conseguimos vencer a la pereza y sobre todo a las bajas temperaturas para volver a salir al alba y disfrutar de los primeros rayos del sol sobre el Fitz Roy, esta vez sí, despejado, y de los colores rojizos de los que se tiñe durante unos pequeños minutos. Después de este espectáculo iniciamos un pequeño camino que nos lleva hasta un mirador de un gran glaciar que llevábamos escuchando varios días. Sobre esta ruta bien tranquila, y probablemente porque éramos los primeros visitantes del día en romper la paz del bosque, nos encontramos con una mofeta que corrió rápidamente a esconderse entre los troncos incomodada por nuestra presencia. Después del calentamiento del primer paseo empezamos a subir hacia el lago del Fitz Roy, unos 400 metros más alto que nosotros. Una buena cuesta de solo un kilómetro pero que lleva más o menos una hora recorrer y con la pendiente más abrupta que nos hemos encontrado por el momento. En la subida nos encontramos con una pareja de hippies que volvían al campamento muy motivados y que venían de pasar la noche en su saco de dormir (porque solo se puede acampar en las zonas autorizadas) al borde del lago (os recuerdo que la temperatura cuando el sol se iba no debía de ser superior a los 3 grados) y que habían conseguido el día anterior llegar hasta allí con sus mochilas a cuestas, los locos! Y después de una hora de sudor, conseguimos llegar hasta allí arriba para descubrir uno de los paisajes más lindos desde el inicio del viaje: una vista panorámica de todo el valle bien descubierto de nubes, lo que nos dejaba ver varios lagos a lo lejos, la cordillera y por supuesto del otro lado el Fitz Roy y los lagos de los dos glaciares que nos rodeaban, uno de ellos nutrido de una enorme cascada y de los pedazos de hielo que se desprendían del glaciar, lo que hacía en su conjunto un paisaje inmejorable. Y finalmente, aunque nos costó despedirnos de aquellas vistas, iniciamos la bajada y volvimos al primer campamento al borde de la laguna, desde el que continuamos ruta al día siguiente para seguir subiendo por la famosa ruta 40.