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Después de la experiencia que habíamos tenido en Tres Lagos donde comprobamos hasta qué punto la Ruta 40, a la altura donde nos encontrábamos, estaba desértica y gracias también a los consejos de las personas con las que nos fuimos encontrando por el camino decidimos cambiar un poco el rumbo que habíamos imaginado al principio y subir por el lado chileno de la frontera. Ya habían sido muchos los viajeros que nos hablaban de la belleza de la Carretera Austral, la ruta que atraviesa la parte sur de Chile, y de los paisajes y pueblecitos que la rodean. Llegamos a Chile Chico, el primer pueblecito del lado chileno, por la tarde y, después de buscar un lugar donde pasar la noche y conseguir algo de dinero chileno, dimos un paseo. Caminamos al borde del lago que comparte con el país vecino y pudimos contrastar la diferencia de paisajes entre dos pueblos que están a muy pocos kilómetros de distancia. Al día siguiente nos levantamos bastante pronto para seguir rumbo a Puerto Rio Tranquilo, otro pueblo a un centenar de kilómetros de distancia que nace también a borde del lago y cuando nos pusimos a hacer dedo al borde de la ruta nos levantaron antes de que nos diese tiempo a sacar el desayuno. Una pareja argentina nos llevó hasta allí con una conducción impecable (y es que de este lado de la frontera las carreteras se volvieron bastante más complicadas y una agradece que la gente no conduzca como una loca). El principal atractivo turístico del pueblo eran unas especies de cuevas que se formaron en las rocas sobre el lago: las Catedrales de Mármol. Y como la recomendación era visitarlas por la mañana temprano, con las primeras luces del día entrando directamente sobre el mármol, nos concedimos ese día de descanso para visitar las catedrales a la mañana siguiente. Así que como el pueblo era muy pequeño y en 20 minutos ya lo habíamos recorrido de principio a fin, nos pasamos el día disfrutando del sol y de los dueños de camping donde nos quedamos, unos tipos bastante graciosos que se pasaban el día cocinando mermelada para luego venderla. La cosa es que cuando digo el día, lo digo literalmente, así que teniendo en cuenta las 12 horas que pasaba el tipo quemando leña para alimentar la cocina y todas las veces que nos dio a probar su mermelada, no sé cuánto beneficio sacara de su venta. Al día siguiente, en el primer viaje de la mañana embarcamos (literalmente) hacia las catedrales. El lado malo de ir tan pronto era todo el viento frio que nos invadía, pero como sarna con gusto no pica, en cuanto empezamos a disfrutar de la vista, se nos pasó todo. El color del agua en las cuevas de mármol por las que pasábamos se había vuelto de un color turquesa gracias a los rayos del sol que entraba directamente iluminando y dando tonalidades muy diferentes al mármol. Una de las visitas más lindas del viaje hasta la fecha, y después pasear y pasar en una lancha entre todas aquellas maravillas durante as de una hora, volvimos a tierra firme. Eso sí, la mala noticia es que durante el trayecto se nos estropeo la pantalla de la cámara de fotos, así que desde entonces hacemos nuestras fotos a ciegas. Para salir del pueblo tuvimos algo más de problemas (luego descubrimos que era porque la carretera estuvo cortada toda la mañana) y después de varias horas conseguimos irnos en un 4x4 con un tipo de Estados Unidos. Dato importante a manejar: en Estados Unidos la mayoría de coches son automáticos y el chaval era la segunda vez que conducía un coche con marchas (la primera fue para hacer ese mismo trayecto a la ida). Esto hizo el viaje mucho más entretenido ya que la carretera (por no llamarlo camino de piedras y barro) estaba en obras, sin asfaltar y con bastante tráfico. Cada vez que algún coche frenaba en una pendiente, es decir cada tres minutos, el conductor soltaba una retahíla de cagamentos en inglés acordándose de toda su familia. Después de tres horas bastante divertidas llegamos a Villa Cerro Castillo donde pasamos la noche. Un camping muy simpático donde conocimos a un canadiense que se paseaba por todo el sur de Chile y Argentina haciendo todos los treckings que podía y que nos explicó qué es lo que nos íbamos a encontrar a la mañana siguiente en la montaña si nos decidíamos a subirla. Además, para cerrar la noche, tuvimos la suerte de asistir a un concierto improvisado de un payador, es decir, un tipo que hace música folclórica de la zona improvisando y que incluso nos hizo protagonistas de sus canciones. El despertar al día siguiente con la vista de la montaña desde la tienda de campaña fue inmejorable y como ya estábamos empezando a echar de menos los treckings, volvimos a la carga y esta vez hicimos una ruta con 1400 metros de desnivel. No dejamos de subir en ningún momento para, después de varias horas de caminata, llegar hasta una lindísima laguna color turquesa. Normalmente también deberíamos haber tenido una vista privilegiada de todo el valle, pero por culpa de un incendio en algún pueblo cercano no se veía casi nada a lo lejos. En fin, la verdad es que tampoco fue lo más grave, después de una pequeña siesta al borde de la laguna y con las energías algo más cargadas después del bocadillo dimos media vuelta. Sueño reparador (no hay nada como una buena ruta para dormir bien) y otra vez estábamos al borde de la carretera rumbo a Coyhaique, la ciudad más grande de toda esta zona. Tuvimos bastante suerte con el dedo y antes de medio día ya estábamos por allí. Intentamos aprovechar para hacer las cosas que solo puedes en ciudad, aunque por ejemplo no conseguimos reparar la cámara de fotos. Eso sí, nos tomamos nuestro tiempo para descansar y reflexionar sobre la ruta a seguir el resto del viaje por el lado chileno y fue aquí donde decidimos ponernos rumbo a Chiloé, una península algo mas al norte de donde estábamos de la que todo el mundo destacaba sus costumbres particulares y sus bellos paisajes. También tuvimos, aunque bastante de pasada, las primeras lluvias desde que habíamos cruzado la frontera y casi las primeras también de esta primera parte del viaje en tienda de campaña. Por suerte, la mayoría de campings aquí están equipados con un quincho, es decir, un lugar resguardado con varias mesas donde cocinar y reunirse por las noches cuando hace frio, así que la lluvia tampoco fue demasiado problema. Después de un día tranquilo nos dormimos sin más novedad sabiendo que el objetivo al día siguiente seria de avanzar lo máximo posible. Así que con un cartel en el que marcamos “Norte” nos pusimos a hacer dedo. La verdad es que de este lado de la frontera funciona genial y sin esperar demasiado fuimos avanzando de poquito en poquito todo el día por una ruta sin asfaltar en casi ningún momento pero con unos paisajes increíbles. En 300 km pasamos por partes en las que nos hubiésemos creído en la selva, por un puerto de montaña desde el que tenemos la vista de un glaciar, por valles tan verdes que hubiese podido pensar que todavía seguía en Asturias y por unos cuantos pueblecitos con mucho encanto. Y así hasta que empezó a oscurecer y decidimos hacer noche en Villa Santa Lucia. Un pueblecito sin nada, ni siquiera camping, que se hacía más bien en el jardín de una de las señoras del pueblo. Pero por suerte o por desgracia, no fuimos los únicos mochileros que acabamos allí así que compartimos la noche y una botella de vino con un chico catalán y dos chicas chilenas con los que charlamos hasta que no hubo más leña que meter en el fuego. El objetivo al día siguiente fue llegar hasta Chaiten, una ciudad a apenas 100 km al norte, desde donde tomar un ferry que nos llevase a Chiloé. La mala noticia fue que al llegar nos avisaron que el próximo ferry, ahora que ya estábamos fuera de temporada, saldría la próxima semana. Cambiamos de planes sobre la marcha y después de ver el Pacifico y el famoso volcán que había arrasado la ciudad 4 años antes, dimos media vuelta por donde habíamos venido para ir en dirección al Parque Nacional Los Alerces, del lado argentino y dejar los planes de Chiloé para más adelante. Como estábamos bastante lejos y las distancias en esta parte del recorrido se miden en horas y no en kilómetros, ya que toda la ruta está en obras no conseguimos llegar. Pasamos la noche en el jardín de una señora muy amable que no tuvo problema en que acampásemos por allá y de que disfrutásemos de toda la fruta que teníamos a nuestro alcance directamente de los árboles que nos rodeaban. Al día siguiente después de un desayuno muy frutal llegamos hasta Futaleufu, el ultimo pueblo del lado chileno antes de la frontera con Argentina. Y para nuestra sorpresa cuando nos paramos en la plaza para comer nos encontramos con el chico catalán y las chicas chilenas con las que habíamos pasado la noche hace un par de días. Ultima comida del lado chileno para acabar todas las cosas que no podían pasar la frontera y ya estábamos listos para volver a Argentina.

Après l’expérience que nous avons eu à Tres Lagos où nous avons pu vérifier à quel point la route 40, à la hauteur à laquelle nous l’avons rencontré, était désertique et grâce au conseil des gens que nous avons pu rencontrer sur le chemin, nous décidons de changer un peu la direction que nous avions imaginée au début pour monter du côté chilien. Ils étaient nombreux les voyageurs qui parlaient de la beauté de la Carretera Austral, la route qui traverse la partie sud du Chili, et des paysages et des petits villages qu’elle traverse. Nous arrivons donc l’après-midi à Chile Chico, le premier petit village du côté chilien, et après chercher un petit endroit où passer la nuit et un peu d’argent chilien, nous faisons une petite ballade. Nous marchons donc au bord du lac partagé entre le Chili et l’Argentine et nous pouvons déjà constater la différence de paysage entre les deux villages (Chile Chico (CHL) et Los Antiguos (ARG)) qui ne sont qu’à quelques kilomètres de distance. Le jour suivant, nous ne levons assez tôt pour suivre vers Puerto Rio Tranquilo, autre petit village au bord du lac à une centaine de km, et quand nous nous mettons à faire du stop au bord de la route, nous nous faisons prendre avant même d’avoir le temps de sortir le petit-déjeuner. Un couple argentin nous emmena jusque là-bas avec une conduite impeccable (et de ce côté de la frontière, les routes deviennent assez compliquées et ce fut un plaisir de voir que ce conducteur n’était pas fou). L’attraction touristique principale de ce village est une excursion dans des espèces de cavernes qui se forme dans la roches grâce à l’érosion par le lac : les cathédrales de marbres. Et comme les recommandations étaient de les visiter tôt le matin avec les premières lumières du jour se plongeant directement sur le marbre, nous passons donc la journée en mode repos pour visiter les cathédrales de marbres le lendemain. Et comme le village était tout petit, qu’en 20 minutes nous en avions fait le tour, nous avons passé la journée à profiter du soleil et des propriétaires du « camping », des types assez drôles qui passaient la journée à cuisiner de la confiture pour le vendre. Le truc c’est que quand je dis le jour, je le dis littéralement, ainsi prenant en compte la quantité de bois qu’ils brûlaient pendant 12h et de toutes les fois qu’il nous a fait goûter sa confiture, je ne sais pas trop quel bénéfice il fait sur sa vente. Le jour suivant, nous embarquons dans la première embarcation qui allait au cathédrales. Le côté un peu négatif d’y aller si tôt est le vent frais qui nous prenait, mais comme « gale avec plaisir ne gratte pas » (expression espagnole), quand nous commençons à profiter de la vue, nous oublions le froid. La couleur de l’eau dans les caves de marbres par lesquelles nous passions avaient des couleurs turquoises grâces au rayons du soleil qui entraient directement et qui les illuminaient, donnant des tons et des couleurs très différente au marbre. Une des visites les plus jolies de notre voyage jusqu’à ce jour. Et après s’être baladé dans le bateau au travers de ces merveilles pendant plus d’une heure, nous revenons à la terre ferme. A part ça, la mauvaise nouvelle est que durant l’expédition, l’écran de l’appareil photo nous a lâché, et à partir de ce moment-là, nous faisons des photos à l’aveugle. Pour partir du village, nous avons eu un peu plus de problème (découvrant pourquoi la route était fermé toute la matinée) et après quelques heures, nous arrivons à nous faire prendre par un 4x4 conduit par un Américain. Note importante à retenir, aux USA la majorité des voitures sont automatiques, et le mec conduisait pour la seconde fois (sachant que la première était la veille) une voiture manuelle. Le départ le jour suivant avec la vue mémorable sur les montagnes de la tente et comme nous commencions déjà à manquer de faire du trecking, nous revenons à la charge et cette fois-ci avec une route de 1400m de dénivelé, tout en monté. Après plusieurs heures de marche, nous arrivons à un super lac de couleur turquoise. Normalement nous devrions avoir eu une vue privilégiée sur toute la vallée, mais à cause d’un incendie de forêt plus loin, la vue se réduisait fortement. Enfin ce n’était pas non plus le plus grave, après une petite sieste au bord du lac, et les batteries rechargées à bloc par les sandwichs nous nous mettons sur le chemin du retour. Le sommeil réparateur (il n’y a rien de mieux qu’une bonne rando pour dormir bien), et nous revoila au bord de la route en direction de Coyhaique, la ville la plus grande de toute la région. Nous avons eu pas mal de chance avec le stop et avant midi nous étions là-bas. Nous profiterons donc pour faire les choses que nous ne pouvons faire que dans les villes (comme acheté 1kg de Dulce de Leche en promo) bien que nous réussirons pas à réparer l’appareil photo. Ainsi, nous prenons notre temps pour nous reposer et penser à la route à prendre pour la suite du voyage du coté chilien, et c’est ici que nous décidons de faire un détour vers Chiloé, une péninsule plus au nord dont tout le monde ventait ses coutumes particulières et l’exception de ses paysages. Nous avons eu également, quoique bien passagère, notre première pluie depuis que nous avions traversé la frontière et quasiment la première depuis que nous voyagions en tente. Par chance la majorité des campings sont équipé d’un quincho, c’est-à-dire un endroit pour cuisiner en commun sous un toit, rendant la pluie que moyennement problématique. Après une journée tranquille, nous dormirons sans problèmes sachant que le but du lendemain serait d’avancer le plus au nord possible. Ainsi, avec un carton marqué « Nord » nous nous mettons à faire du stop. Ce qui est bien de ce côté de la frontière est que le stop fonctionne très bien, et sans attendre beaucoup à chaque fois, nous avançons petit à petit, sur des sentiers non asphaltés avec un super paysage. En 300km nous passerons donc par des parties de jungle, par la montagne avec vue sur un glacier, par des vallées si vertes qu’on aurait pu croire qu’on était revenu en Asturies et pleins de petits village très mignons. Et ainsi le jour s’obscurcissant, nous décidons de passer la nuit à Villa Santa Lucia. Un petit village sans rien, ni même de camping, donc nous resterons dans le jardin d’une femme de village qui proposait de faire « camping ». Mais par chance, nous ne serons pas les seuls mochileros à finir dans ce jardin, que nous partagerons avec une bouteille de vin avec un Catalan et deux Chiliennes. Nous passerons donc une partie de la nuit à discuter au bord du feu pour profiter de la chaleur conviviale que nous offrira le bois ramassé du coin. L’objectif de la journée suivante sera donc de suivre 100km au nord pour atteindre Chaiten, une ville d’où part le ferry jusqu’à Chiloé. La mauvaise nouvelle fut qu’en arrivant ils nous annoncèrent qu’étant hors saison, le prochain ferry partirait 6 jours plus tard. Changement de plan, et après avoir vu les eaux du Pacifique et le volcan qui avait détruit la ville 4 ans auparavant, nous faisons demi-tour pour aller en direction du parc national de Los Allerces en Argentine et laisser les plans d’aller à Chiloé pour plus tard. Comme nous étions loin et que les distances ici se mesurent non pas en km mai en heures de route, nous n’y arriverons pas dans la journée. Nous passerons donc la nuit dans le jardin d’une femme bien aimable qui n’y voyait pas d’inconvénient et qui nous proposât même de profiter abondamment de ses arbres fruitiers (prunes, figues, pommes…). Le jour suivant, après un petit déjeuner fraîchement cueilli, nous arriverons donc à Futaleufu, la dernière ville du côté chilien avant la frontière argentine. Dernier repas de ce côté de la frontière pour finir toute les choses qui ne passeraient pas la douane (nourriture) et nous voilà reparti en Argentine.