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Nous prenons ce matin-là la route pour remonter le fameux chemin des 7 lacs en stop. Après plusieurs km de marche bien chargés, un couple nous fit sortir de la ville et ainsi de la Patagonie séparé par la rivière Neuquen que nous traverserons à pied. Une certaine émotion se laisse sentir après ces plusieurs mois hébergés par ces superbes Patagonies argentine et chilienne. C’est ensuite un chilien qui nous emmènera, mais encore une fois pour seulement quelques km car sa voiture tombera en panne peu après. Ce sont ainsi plusieurs véhicules qui nous amènerons doucement à Villa la Angostura. Cependant, notre plan était d’avancer sur cette route jusqu’aux croisement des lacs Fakner et Villarino pour poser la tente et profiter de la tranquillité. Finalement après plusieurs heures en étant coincés à la sortie de cette ville, nous prendrons la grande décision de changer un point important du voyage : prendre un bus. C’est donc ainsi que bien installé dans le premier bus depuis Ushuaia que nous ferons une grosse partie de la route des 7 lacs (cette fausse route 40) en profitant du chemin avec la lumière du crépuscule. En arrivant au lac Fakner de nuit, et commençant à chercher à l’aveugle le chemin vers la zone de campement autorisé, nous finirons par nous diriger vers la lumière d’un camping privé pour leur demander le chemin. Finalement le propriétaire, en connaissance de la difficulté que nous allions avoir de trouver ce campement au milieu des bois à cette heure tardive, nous proposât de nous héberger gratuitement pour la nuit. Bien aimable de sa part si ce n’était pour nous proposer de planter la tente à 5m de la salle commune où il y organisât une fête avec ses amis et pensionnaires avec beaucoup de Fernet et de musique à fond jusqu’à 6h du mat, compromettant ainsi toutes idées de sommeil ou de tranquillité. Finalement la lumière du jour nous offrit la surprise de nous rendre compte que nous dormions à quelques mètres d’un magnifique lac avec une vue superbe sur la montagne. Avec la lumière du jour nous levons le camp pour nous diriger vers le campement dans les bois. Un lieu parfait, un peu plus venteux et frais au couché du jour, mais on ne peut plus tranquille. Nous y passerons 2 jours en compagnie des moutons se baladant librement dans le bois, et 2 nuits, extrêmement fraiches pendant lesquelles la couverture de survie nous servira encore une fois. Après avoir profité de cette tranquillité, de ballade au bord du lac et de la douceur de grand feu de bois, nous revoilà sur la route en direction de San Martin de los Andes. C’est au bord d’un bolide nautique tracté par un énorme pick-up que nous ferons ce trajet. Je dois avouer qu’en voyant le pick-up s’arrêter avec le bateau derrière, nous ne nous attendions pas à ce qu’il nous dise qu’il n’y avait pas de place dans la voiture, uniquement dans le bateau. En tant que bons européens prudent des représailles judiciaires, nous avons quand même demandé ce que penserai la police. La réponse fut épique : « ya pas de police ici ». C’est vrai que les spécimens que nous avions pu croisé la veille n’étaient pas le meilleur exemple de garde de la paix et de ses fonctions. Finalement nous arriverons à San Martin rapidement, et heureusement car bien que le véhicule fut insolite, ce n’était pas non plus le plus confortable. San Martin est une ville bien mignonne, mais qui sent trop l’argent à mon goût. En plus le seul camping qui n’était pas complètement éloigné de la ville était le plus cher qu’on ait jamais payé, et certainement le pire. Mais bon il faut toujours des pire pour qu’existent les meilleurs. Finalement après un petit treck matinale pas non plus fantastique nous partons vers Junin de los Andes, dernière étape avant de traverser une nouvelle fois au Chili. C’est avec un local bien allumé mais très sympathique que nous ferons les quelques km qui séparent ces deux villes. Finalement Junin, bien différente de San Martin, nous accueilli de manière bien plus conviviale. Nous nous sommes installés dans le seul camping ouvert de cette petite ville. Après une nuit exagerablement froide, le propriétaire eu un peu de pitié de nous et s’avérât extrêmement gentil, nous invitant à nous réchauffer dans la pièce d’accueil, nous donnant l’accès à une cuisine qui normalement se loue, bref, adorable. C’est en allant imprimé des papiers dans un cyber café que nous avons eu la meilleure expérience de Junin puisqu’un des employés et ses amis nous ont rapidement invité à venir faire une bouffe chez eux et passer la nuit avec eux. C’est de manière incroyablement rapide que nous nous intègrerons dans leur groupe d’ami, à base de Fernet, de vin et de bonne musique. C’est avec eux et avec le propriétaire du camping que nous passerons un superbe séjour à Junin, démontrant une fois encore que la beauté de ce qui nous entoure en voyage n’est que plus belle lorsqu’elle est accompagnée de bonnes personnes. 

Al día siguiente volvemos a la ruta rumbo a los 7 lagos argentinos. Después de tomar un bus para salir de la ciudad y de caminar varios kilómetros con un sol que quemaba, una pareja de argentinos nos ayudó a salir de Bariloche y de la Patagonia. Después de casi tres meses cruzamos el rio Neuquén a pie y dejamos atrás, un poco a nuestro pesar, la tierra que tan bien nos había acogido. Antes de que tuviésemos tiempo de reponernos un chileno ya se había parado para acercarnos un poco más a nuestro destino final. Mala suerte la suya y un poco también la nuestra, cuando descubrimos que su 4x4 dejaba de acelerar y que no podíamos continuar juntos. Después de un buen rato y con la ayuda de varios coches conseguimos finalmente llegar a Villa l’Angostura, a tan solo 80 km del destino final: el Lago Villarino. Pero después de varias horas con el dedo levantado y para no quedarnos atascados allí, tomamos una gran e importante decisión: compramos el primer billete de bus del viaje. Bien instalados en el bus y con unas buenas empanadas, hacemos una gran parte de la ruta de los 7 lagos (falsa ruta 40) mientras disfrutamos del atardecer. Cuando llegamos al lago Fackner, ya era completamente de noche y el objetivo era buscar el camping agreste donde íbamos a pasar la noche. Pero con la poca luz casi acabamos en el establo, con las vacas del vecino de al lado, así que decidimos cambiar de estrategia y preguntar en otro camping, cómo podíamos llegar hasta donde queríamos. Así fue como conocimos a Christian, el dueño del camping del lago Fackner. Muy amable nos indicó el camino, pero sabiendo las dificultados que íbamos a tener para encontrarlo, en medio del bosque, y sin ninguna iluminación, nos propuso quedarnos gratuitamente allí. Así que plantamos la tienda en tiempo record y nos metimos en los sacos lo más rápido que pudimos para pasar mejor el frio y descansar después del día duro de viaje que habíamos tenido. Sin embargo, cuando estábamos en el mejor momento del sueño, una cumbia bien alta y desagradable nos interrumpe. Cuando Rémi se levanta para pedir un poco de agua, descubre que todo el mundo en la sala común, a 15 de nuestra tienda, está completamente borracho y que la fiesta no había hecho más que comenzar. Aunque no fue la noche más tranquila de nuestra vida, la buena sorpresa fue que al despertar y salir de la tienda, descubrimos el paisaje que la noche no nos había permitido disfrutar y nos damos cuenta de que habíamos dormido a tan solo unos metros del lago con una vista increíble de las montañas. Después de desmontar el campamento, vamos del otro lado de la carretera, en dirección a lago Villarino, haciendo el camino que la noche anterior hubiera sido imposible, y nos instalamos en un lugar mucho más íntimo y tranquilo, en medio del bosque.  Allí pasamos dos noches muy muy frescas, con la compañía del fuego que nos ayudó a no morir congelados por el viento. Y después de habernos llenado los pulmones de frescor y de haber disfrutado dela calma del bosque y de los paseos al borde del lago, porque de bañarse ni hablamos, nos ponemos rumbo a San Martin de los Andes. Para nuestra sorpresa, el próximo viaje seria en barco, eso sí, no exactamente por el agua. El coche que decide pararse no tiene hueco dentro así que nos propone subir en el barco que remolca. Al principio un poco chocados y sin saber muy bien que responder le preguntamos si eso no nos traería problemas con la policía, pero ante su rotundo “no hay policía por aquí” no nos pudimos resistir a un trayecto tan atípico. Llegamos a San Martin bastante rápido, y menos mal, porque, aunque el viaje fuese original, no hacia precisamente calor en aquel barco. Una vez allí descubrimos una ciudad bonita pero extremadamente cara donde pagamos el camping más caro hasta la fecha y no precisamente porque ofreciese los mejores servicios. Con un día en la ciudad nos fue suficiente y después de vivir nuestra primera tormenta del viaje empezamos a motivarnos a la mañana siguiente con un pequeño treck, antes de salir para Junín de los Andes. Después de esperar un buen rato, un tipo bastante peculiar pero muy buena persona en el fondo, nos ayuda a atravesar los pocos kilómetros que separan ambas ciudades. Cuando llegamos, nos instalamos en el único camping abierto de la ciudad y después de pasar la noche más fría del viaje, entendimos porqué. El dueño, cuando nos vio por la mañana se apiado de nosotros y pudimos charlar y compartir un mate juntos mientras nos calentábamos pegados a la estufa de la recepción. Allí descubrimos que éramos los últimos campistas de la temporada y para no perder nuestros dedos de los pies acabamos por alquilar una habitación compartida en la que pudimos dormir nosotros solos. La verdad que notamos mucho el cambio entre Junín y San Martin y la amabilidad de sus habitantes. El dueño del camping también nos abrió una cocina que normalmente se alquila para fiestas, para que pudiésemos cocinarnos algo de mayor calidad que nuestra pasta a la taza que tanto habíamos perfeccionado con las noches de camping. Otro buen ejemplo de la amabilidad de su gente fue el buen encuentro que tuvimos en el locutorio cuando fuimos a imprimir algunos papeles. Allí, sin saber muy bien cómo ni porque, el empleado nos invitó a cenar a su casa y a pasar la noche con sus amigos. Así que con ellos, alargando un poco los días que habíamos previsto quedarnos allí, pasamos nuestro tiempo en Junín, entre Fernet y buena música, demostrando que al final los paisajes increíbles que nos acompañan en el viaje son solo una parte del mismo, casi tan importante, como las personas lindas que nos cruzamos en el camino.